El sacramento del matrimonio es una vocación cristiana a la que el Señor llama a los esposos para vivir en comunión, ser fecundos y ponerse al servicio de la Iglesia y de la humanidad.
El “sí” pronunciado el día de la boda, junto con la bendición recibida de la Iglesia, constituyen un don y, al mismo tiempo, una tarea. Es responsabilidad de los esposos cuidar los aspectos humanos y cristianos fundamentales para vivir plenamente su vocación y cumplir la misión a la que Dios los llama.
Esta experiencia no puede vivirse en soledad. Es necesario caminar junto a otros matrimonios, donde encontrar no solo amistad, sino también apoyo y luz que inspiren el propio camino, ayudando a mantener la alegría de vivir según la voluntad de Dios.
Con este espíritu, nuestra parroquia ofrece la posibilidad de participar en los grupos de matrimonios, abiertos tanto a los matrimonios jóvenes y recién casados como a aquellos con más años de recorrido, independientemente de su edad o situación vital.
¿Cómo funcionan los grupos?
Los grupos se reúnen una vez al mes, en un ambiente fraterno y acogedor. Durante los encuentros, se ofrece un servicio de cuidado infantil, de modo que los hijos puedan participar al mismo tiempo en catequesis adaptadas a su edad.
Cada reunión incluye un tiempo para la oración, la formación y el compartir fraterno.Los temas de formación se inspiran en el Magisterio de la Iglesia y se apoyan en las enseñanzas de autores expertos en pastoral familiar y matrimonial.
Cada grupo se adapta al ritmo de sus integrantes, buscando siempre que tanto la oración como la formación sean fructíferas y transformadoras en la vida matrimonial cotidiana.
¿Cómo unirse?
Para formar parte de los grupos de matrimonios, puedes ponerte en contacto con Almudena y Fernando, quienes te facilitarán toda la información concreta sobre horarios y fechas de los encuentros.
Una invitación a crecer juntos
Invitamos a todos los matrimonios de la parroquia a unirse a alguno de estos grupos, con la certeza de que caminar junto a otros matrimonios, dedicar un tiempo mensual a la oración conyugal y a la formación específica sobre la vida matrimonial y familiar, será una fuente de enriquecimiento personal, matrimonial y comunitario.
Vivir esta experiencia es, además, una manera concreta de fortalecer el testimonio cristiano de los matrimonios en su entorno familiar, laboral y social, siendo signo del amor fiel y fecundo de Dios en medio del mundo.